martes, 5 de mayo de 2009

CAPITULO 7

Todo esto mientras miraba el poema que había escrito, pensando: Le queda a la perfección. Para evitar tentaciones lo dobló y se lo regaló a una compañera hermosa que
estaba frente al pizarrón. En ese momento nunca me imaginé lo que me esperaba. Tal vez
debí haberlo intuido ya que su voz interior murmuraba frases inconexas, de esas que
siempre son las más sinceras.

Me postré frente a él. Quería asegurarme lo que decía y, al mirar sus ojos percibí que de
ninguna manera eran hermosos y, si ellos son el espejo del alma era seguro que iba a tener
unos días muy atareados. El no dejaba de repetir:

Lejana sirena en dos piernas; muestra soberana de caricia eterna; reflejo de luz que no ciega, sino, muestra.

¿Qué clase de palabras eran éstas? ¿qué las motivaba? ¿qué me querían decir? El papel tatuado en letras por su espalda, jugó a cristalizar su cara. A verter de agua salada la
cremosa luna de sus rasgos. ¿Como era posible? Jamás le dijo algo en claro ¿cómo diablos
( perdón, jefe) hizo eso? Ella. Era: Toda. De fina nariz recortada en dos vacíos
simétricos y paralelos, cubierta por brillantes lentejuelas que pintaban los valles tersos y
redondos de sus dulces mejillas, como si los dedos del granjero sembraran de nuevo la
tierra de inocentes esperanzas, que brotaran de abrir y cerrar unos ojos llenos. Como mujer
preñada a punto de explotar impetuosa como una caja de sorpresas.

Era menuda, como si él, pudiera devorarla de un bocado. Como si pudiera dañarla con
el ansia de su voz alzada, tan necesitada de mayor, y mayor atención. Aun recuerdo cuando
la recibí a mi cuidado. Me sentí feliz de tan bella misión, mirarla era estar de nuevo
en mi hogar, en esa nube perdida al sur del Ecuador, en ese horizonte lejano de tremendo
resplandor, su ojos eran mi luz, sus párpados mi telón, su llanto la más dramática función.

- ¿Volverás a escribirme? –( le preguntó mi niña esperando, esperanzada a la esperanza ¿de dónde saqué éso?)

Siempre que lo desees lo suficiente. - contesto solo, tan solo, sin que nadie lo apoyara, sin
que nadie lo cuidara ¿ Por qué él no tenía ángel guardián como todos los humanos?

- Eso no basta – niña, tu bastas, sobras, toda tú: llenas - le dije sin que pudiera oírme.

- Solo cuando tus deseos son mis ordenes. - contesto Gabriel , siendo bien escuchado.

Secas cascadas. Ciudades desoladas, tímidas niñas mancilladas, guitarras
abandonadas, mansas deidades crucificadas. Angel del paraíso privada.

- ¿Tan solo basta que, en el deseo, mis ordenes imperen?

- Tan solo que sin orden tus deseos basten.

Lo miró profunda y cómodamente. Como si él durmiera y ella no tuviera ninguna prisa
de conocer sus sueños. Segura de que cuando esto fueran revelados, los papeles de ambos
serian totalmente descubiertos en esta bizarra puesta en escena.

- Gabriel - le dijo sin mirarlo - ¿Crees en dios ?

Yo, me postré detrás de él. Muy cerca de su cabeza. No encendí la espada láser ( después
de tanto tiempo la tecnología nos ha alcanzado) para un blasfemo más corrientes que común, que quieren mostrar el cinismo y anarquía de tres buenos libros mal leídos, y peor entendidos ... basta con un buen zape.

-Sabes, antes yo tenia una respuesta preparada para semejante pregunta. Era de lo más
vanidosa. Y, créeme que no era un " rollo " de comprobación científica conforme la
epistemología. Yo no pedía que dios se me manifestara para creer en él; más bien, era
como un pacto de no agresión, algo así como lo que citas el filosofo contemporáneo : Napoleón " No le pidas al señor, hombre que te de una casa, agradécele mejor que tienes vida y trabajas”. A pesar de que se todas las fallas de el argumento, me permitía estar con dios y con el diablo.

Sin decir una sola palabra los ojos de mi niña fueron remolinos, y esas mismas manos que
le habían sembrado una parcela de color, ahora sin movimiento alguno, lo golpeaban
indignadas; ofendidas; volviendo a su dueña: sucias y alienadas, tan solo de pretender
tocarlo aun con el solo objeto de herirlo. El continuó su relato, al final de cuentas, sabia que esto era lo que realmente esperaba Ella, de El.

Pero, un día fui a ver la película de "El Exorcista" y si bien para mi desgracia no me
dio miedo, si marcó de forma radical mi concepto de la fe. Es curioso ver como dios
depende de unos hombres para existir en otros hombres. Como si tú, al morir, confiaras
que tus nietos te van a preparar un cuerpo para que puedas regresar. Al final , la fe no nos la
enseña dios ... sino otros hombres y de la manera más extraña. Al mirar a esos sacerdotes
Jesuitas enfrentarse a tales muestras de poder extraño, tan solo con su fe, supe que dios
existía y no como esa fuerza flotando como destino inalterable, sino, como un bastón para recargarte, cuando, golpe tras golpe, ya no puedes moverte más. Es tu último aliento, poco importando si él está ahí o ni siquiera existe. Además, entendí ese idilio romántico que es la religión, esa conjunción de dos extraños seres en una relación disimbola, así como cualquier romance requiere sobre todo fe para funcionar, creo que en este mundo; la mayor manifestación de fe consiste en una indomable valentía, tal cual dice Carlos Fuentes: Solo la razón y no la fe, conducen a la desesperanza.

Busco, de nuevo en la fe, la oportunidad de volver a equivocarme.

Ella bajo la guardia. Un crepúsculo pinto el valle estrellado de sus mejillas. Ella no
entendió su discurso - yo tampoco – pero; sus palabras como espejitos al indio le gustaron. El sabía que podía confiar en sus espejitos por más enterrados que estuvieran.

- Y ¿no te gustaría ser como uno de esos sacerdotes ?

- No lo sé, Demian Karras: la sumatoria de psiquiatra y sacerdote: Exorcista, en verdad
tentador. Estudie la primaria en escuelas de orden Lasallista y algunos hermanos decían
que tenia vocación, así que me llevaban a retiros espirituales, conferencias, misas y a
veces hasta me la rifaba de monaguillo; pero nunca me sentí tentado a esas iniciativas.
En esa escuela como en muchos otros lados dios tan solo es una muestra de poder, el que
me hayan visto esa llamada vocación me permitió muchas concesiones.

- Dios, es poder por si mismo, no un pretexto para hacerte la vida más fácil.

- Cada quien venera al dios que necesita.

- No conoces a dios, por eso hablas de esa manera.

- Es exactamente lo que te estoy diciendo.

-¿Gabriel, nunca has deseado sentir la paz ?

A su alrededor parvadas de gente corría; caminaba, miraban y sobretodo hablaba. El
se movió un poco fuera del centro del pasillo, las puertas de los salones comenzaban a
abrirse para vomitar más alumnos; más pasos; más ruidos; más voces . El voraz fuego de
una juventud aplacada en las fauces de un supuesto saber, que te conformará una supuesta
verdad. Hacia ahí parecía que se dirigían todos. Esa masa que luchaba por no ser
uniforme con todos sus sentidos: diferentes colores, estilos, tonos de voz, aromas
artificiales, a cada paso, sin lograrlo. Todos pugnando por su individualidad dado que solo
esta les permitía pretender que continuaban.

- A veces siento que estoy sola aquí.

- Sentirse solo es demasiado pretencioso ¿no lo crees? Si estás aquí, es porque no estas
sola.

- Cuando solo escucho murmullos, cuando no alcanzo a distinguir formas, cuando los
colores palidecen ante mis ojos. Saberme tan fuera de ellos y no con el orgullo cínico de
decir: Demasiado chingona para todos estos.

-Una oveja, del rebano puede escapar, recorrer el cielo. atrapar la tan llamada libertad y
entonces como premio... soledad. Tu te lo buscaste, ahora , chingate.

-Si exacto, siempre me enseñaron que debía ser diferente , al crecer les recogí la
estafeta a mis padres para continuar haciendo más insalvables esas diferencias.

- Hasta que llegó dios como el máximo ingrediente emancipador del mundo y ...

No más. Había sido demasiado. Bajó el rostro y camino decididamente en sentido
contrario a sus palabras, tan fuera de lugar, hacia ese espacio que no hubiera cretinos que
creían saberlo todo; a recuperar esa soledad que perdía al hacerle esas confesiones. Ella
nunca busco al psicólogo, terapia o cosa parecida. El, al saber que aun no lo era, que tal vez
nunca lo seria, no perdía la oportunidad de practicar. Su paranoia, de nuevo, había obrado el
milagro de echarlo todo a perder.

Nunca voy a ser un buen psicoanalista - se decía mientras Ella se empequeñecía ante
su mirada pero se agigantaba en su corazón.

Continuaban las noches, los días y los intermedios entre ambos. Yo solamente dejaba que
mis alas se estiraran, como si apretara un puño, como si entibiara mi alma; estire mis alas
al candor de un olvido perpetuo, de un recuerdo que lucha por franquear las líneas
enemigas;

Estiré mis alas y afilé mi espada, tan presta a la lucha, tan riguida como sus formas
en una caja, con flores, con tierra ... sin alma.

Y al mirarla: Estiré mis alas, afilé mi espada y mis botas las cambie por sandalias.
Ella era el enigma, mi mapa eran sus huellas y sus lagrimas ¿lagrimas? ¿por qué lloraba?.

La sonrisa de él , cayó desplomada al contemplar sus lágrimas saladas. Sóla, tan
sola por estar con él, ese pobre estúpido que cree saber ... demasiado. Sus gestos al igual
que sus pasos fueron humilde (totalmente preparados para la ocasión), como si limpiara en
cada uno de ellos, todas las equivocaciones que cometió por carecer de fe, de no tener el
valor de enfrentarse de nuevo a creer.

- Gabriel, nunca has deseado sentir la paz ?

Al compás de estas palabras. El, se transportó a su más tierna infancia, cuando lo
llevaban " a huevo " a la iglesia, y se llenaba de ansiedad por el temor de tener que darle la
mano a desconocidos por la famosa " Mi paz os dejo, mi paz os doy." En una total
regresión, quiso salir corriendo , giró por todas partes buscando por dónde, pero, no había
forma de hacerlo sin ser descubierto.

A veces tengo miedo de seguir - le dijo mi niña como si no escarmentara el error de
confiar en él, o tal vez, perdonándolo misericordiosamente, la segunda opción fue la que El
quiso hacer suya, fue valiente, al verla tan valiente cubierta de fe, presta a de nuevo
equivocarse.

– Siento que cada vez están más cerca ¿tú sabías qué algunos Cristianos esperamos
de nuevo una persecución, como en los tiempos de la antigua Roma? que Dios vuelto de
nuevo: Condena y esperanza nos volverá a poner a prueba para estar junto a El en el reino
de los cielos. Gabriel, tengo miedo, tanto miedo de verme vencida a la tentación de salvar
mi inútil cuerpo por temor a este dolor que a veces apaga toda mi conciencia, de no ser
capaz de vertírme por entero en capas incendiadas de este sentimiento de amor que el
deposito en mi. Que no pueda perdonar a mis verdugos; saberme víctima de ellos y con ello
coronarlos de la fuerza destructiva de los mil infiernos. Mis infiernos; para que puedan
conmigo sus garras, herir mi corazón sensible porque dios no esta ahí conmigo. porque
no lo merezco , soy indigna del dulce sabor de su palabras y la eterna cura de sus manos.

Ella hablaba al tiempo que se desfallecía en sus brazos. Ahora sola, sin mi, sin mi
reflejo ... Extraerte del compasado paso de las horas. Integrarte solo en un perversa
(perverso, que designa: la otra manera) , solicitud .... De no ser corpóreo. Viajar, viajar demasiado lejos ... Y si en ese realmente lejos lugar ... No existe luz, no existen engendros, esperanzas, semillas que brotan, que se estiran, que se alejan enredadas. Pero al fin: juntas, dependiendo una de otra .... Gabriel ¿no te gustaría sentir la paz? Sumarte a la nada, el encontrarte solo, solo en la extensión total de la palabra. De esa palabra que calla, que remata, que enmudece, que entristece.

¿Gabriel no te gustaría, por un momento, solo por un momento, saberte realmente loco?

Locura como ese pretexto de no saber nada. Y no esa locura activa, asesina vuelta
puñales incandescentes a la Hannibal Lector. Esa sinrazón, esa "cero motivación ", Esa " sin vuelta de hoja". Esos pasos que nunca das porque nunca llegas ¿no te gustaría tan solo
cortar de raíz todo esto?

Y deja de mirarme así porque no soy tu paciente ... y no soy tu paciente porque no eres psicólogo, y tal vez tú no eres psicólogo porque nunca podrías con un paciente como yo. Deja de trasponer la mascara, deja de trasponer esa barrera entre tu supuesto saber y tu frágil sentir ... deja de ser ese estúpido, cretino que cree saberlo todo.

Tan solo abórdame, tan solo siente, tan solo déjame llegar, llegar, llegar, llegar ....

Quise como mis colegas alemanes, tomar nota, en un cuadernito y decir:

- Sabes que un humano dijo esto ...

- ¿ Qué crees? El pedestre hizo aquello ...

- No lo vas a creer pero un mortal intento ...

Y ¿qué cree? ... y platicarlo con mis amiguitos alados sin ninguna contemplación, sin
ninguna responsabilidad. No, no es posible. Si ellos se comprometen y piden
compromisos, siendo solo mundanos, pedestres, mortales. Nosotros desencadenarnos tan
sencillamente de ello. Si; ser observadores mudos, pero no muertos.

El, qué decir, ya no era tal; ya no era ni sombra de ese enorme mazacote de cabello
largo y ropas de franela y mezclilla. El, se tornaba triste, muy triste. En una posición muy
desventajosa de lo que estaba sucediendo. No era ella o no solamente era ella ... Era esa
enorme confrontación consigo mismo lo que le implicaba escuchar todo esto. Saberse tan
cerca y tan imposibilitado a una sinceridad tan pura como la de ella.

La admiraba pero, quería destrozarla. Quería golpearla, besarla, penetrarla no con el rigor
y el placer del ejercicio sexual, sino, con esa necesidad de que le explicara, con abaco si es
posible, todo esto que no entendía. Todo esto de lo cual no tenia ninguna bibliografía.
Quería terminar con esa imagen. Esa imagen de si mismo a partir de verla. A partir de
soñarla ... Quería contemplarla en una película surrealista con un ojo cortado, una vaca en
un a cama, un ángel exterminador presto a la venganza, en ese blanco y negro tétrico.
Quería que no fuera y fuera adentro, quería ahogarla en sus aguas, quería ahorcarla con su
Soga.

Quería que simplemente no estuviera ahí. Ella o El, o tal vez, estar los dos en otro
lado, en otra dimensión .... en el tan llamado paraíso.

Sabia la disparidad de ambos mundos. El de Ella ... el de El no estoy seguro. No sé en
cual correspondería, no sé en cual estaba, solo sabia que jamás podrían compartir un
mismo destino escamoteado o manifiesto. Porque no podía El enfrentar verdades tan
calientes, tan recién horneadas ... tan vivas y recicladas. No era sincero, no tenia la
suficiente fe y con ello, la suficiente valentía, no tenia nada más allá ... Solo el dolor que
busca mitigar una risa compasada y cínica.

-Y es cuando sueño contigo – le dijo ella con un trueno en su mirada - que me salvas, que recuperas la fe y el amor al fragor de la más escabrosa batalla, Que no temes, que no sabes poner la otra mejilla, que no te rendirás sin pelear; sin desenvainar tu espada para llenarla del púrpura honor de certeros golpes libertadores de pobres víctimas indefensas.

¿El? ¿ése pobre imbécil? Niña. ¿crees que lucharía a cada palmo por ti? No vez que, como tú,esta muerto de miedo colgándote todo tipo de etiquetas: Histérica, mitómana... y ¿él te va
salvar, que dios te ampare?

Dime Gabriel ¿eres la respuesta a todas mis oraciones? ¿eres el consuelo convertido
en ángel diestro y justo de espada encadecente que bajo a cuidarme? Y El, que más
hubiera querido, pero no podía. Por alguna razón si desenvainaba más lento se le
desequilibraba y perdía el blanco, en un serio recordatorio al aforismo: si quieres usar la
espada rápido bien, comienza usándola lento ... bien" pero, por más que él sabía, no se lo
decía.

Tuvo miedo de emitir cualquier palabra, ahora, con ella. Desconfiaba de su supuesto
Saber. Creía que tenía que contestar con el corazón, y este, hacia ya tiempo que le fallaba.
Entonces, fue cuando en silencio decidió buscarlo entre todo el sin fin de tiliches que albergaba en su pecho. Le gritó con todas sus fuerzas: Manifiéstate, por favor ven a ayudarme, pero él no contesto. Por doquier se veían pedazos de Gabriel: un hígado cocido pacientemente de miles de corajes en sus veintitantos año, un estomago cubierto con yougurth Alpura y naranjada Bonafinas, un pulmón que ahora descansaba un poco de tantos cigarros consumidos. Pero, el corazón, ése, no estaba.

Totalmente autista, carente hasta de sus cinco sentidos se dispuso a contestar. Solo, tan solo, sin que nadie lo apoyara, sin que nadie lo cuidara: Nada..., no pudo emitir ni
una sola palabra y entonces, lejos de su supuesto saber trato de encontrar momentáneamente
la fe, cerro los ojos, sintió que se perdía hacia un horizonte de colores marrón impulsado por
vientos que le favorecían, que le indicaban un norte, un punto al cual acudir... Pero tuvo
miedo de sentirse de nuevo tan lejos del suelo y volvió a caer estrepitosamente al fango del
silencio, él, el dueño de las mil palabras certeras como lanzas, en este momento verdaderamente importante no pudo decir: ... Nada.

Totalmente alienados, se alinearon de frente a sus miradas. Sus almas, silbaron
remolinos callados, noches en alcoholizados vasos, cuerpos que solo sirven ... Para el
pecado; Ese, que él vivía en cada palmo y que ahora, en ella reventaba en lo más profundo
de su sexo conjugado, del néctar profuso de sus manos. Se imaginó poseída; violada,
totalmente encantada por unos dedos diestros de ser el amo. No escuchó de sus creencias
ningún reclamo , sino su dios, de ese placer, con el ángel del abismo, le había otorgado.

Se perdían en el cruel destino de la falla insosloyable que marcaba a ambos, que
les manifestaba con un golpe el dulce sabor de jugos expuestos al radiante sol de cristales
salados. Penas al viento vueltas hojas rebeldes que escapan de las ramas al amparo de una
brisa favorable, tal como la que le fue ofrecida y él ... no aceptó.

La miró con sus ojos faltos de brillo. Con esa mirada melancólica que se escondía en lo
largo de su cabello. Dos rocas encendidas, incandescentes y opacos como el hielo seco ,que
se expresan al contacto con el agua en sofocante niebla; el temido aliento del dragón. Y
si tan solo fuera una fantasía - contesto el torpemente - si solamente fuera un producto de tu
imaginación , vaya, quién querría perseguir a gentes como ustedes tan llenas de buenos
deseos, tan llenos de esperanza ... ¿quién diablo haría algo tan miserable?

Cubiertos por entero con ese aliento, palidecieron las nubes, el sol se obscureció en
un trago de aceite quemado. Sentí una presencia extraña. Veía como las luces se apagaban,
sentí una gota de frío sudor que corría bajo mi pecho huyendo de mi corazón; era roja, muy
roja. Estire mis alas, desenvaine mi espada y de nuevo, mis botas cubrieron mis sandalias. El miedo bailaba por mis costillas hasta alcanzar mi estomago, el dulce de mi saliva se torno de lo más amargo, mis dedos se fundieron a la espada y levante la mirada. Justo en mi frente.

- Hola niño cobarde, pensé que nunca dejarais de ser un querubín maricón. Pero, mírate
Si estas temblando ¿miedo? tal miedo solo es de los humanos ¡qué tontería! La selección
de ángeles de la guarda cada vez esta peor, baja esa espada. ¿o que quieres pelear
conmigo?

- No señor, claro que no, es solo que - le respondí haciendo una reverencia y
quitándome la aureola ... - Del fango de sus manos, goteaban un negro almidón, en cada
gota; un ojo y en cada ojo dos alas, un pico, dos patas la dulce sonata de la venganza, el
férreo crujir de la mala hierva en parvada.

- ¡Silencio! ¿es que no escuchas el dulce cantar de los cuervos? ¿ No te place ver como
levantan el vuelo? Negros, muy negros, solos, muy solos ¡Silencio! muestra lo que has
aprendido. Déjame olfatear la mojada tierra que corta tu espada, que tan duro es el casco
de luz que rodea tu cara, que tan listas están tus alas para librar una batalla.

Me arrojó su espada por su mandíbula golpeada. Estiré mis alas, me arroje de espaldas,
levante guardia. El golpe se aprestaba a mi niña amada. Encogí mis brazo, mis piernas mis
alas, relaje mi cara y mi aureola desvío la afilada daga.

- Muy bien, ¿dónde aprendiste esa técnica ¿Miguel, Cassiel, Simòn...?

- No, Yoda señor.

Nunca juegues conmigo irrespetuoso - me dijo al tiempo que golpeaba mi cabeza
con sus garras.- Para blasfemos corrientes que quieren mostrar el cinismo y la anarquía de
tres buenos libros mal leídos y peor entendidos ... basta con un buen " zape "

-Señor, perdone . Lo aprendí en su curso: Introducción a la defensa aureola y
espada II. Profesor Azrael.
- Jovencito, le toca el turno a su niña... Lo siento.

- Oh señor ¿cómo puede ser eso? Es tan joven, tan radiante, en plena lozanía. mi
niña ... debe haber un error.

- No hay error, nunca cometemos errores, eso es de humanos, la inexperiencia brota
de tu aureola. Ahora mismo, obsérvala como se dirige a su cita conmigo. Observa lo cansado de sus pasos, la debilidad de sus pequeñas manos, la mirada que se pierde en espasmos. Sabe tan bien como yo hacia donde se va, el único que no lo ha notado eres tú, y ¿sabes por que? , estas demasiado ocupado preocupándote por los sentimientos humanos y no has cumplido tu labor. Ahora me vas a decir que estas enamorado; que tienes celos de él, que se pierde por el lado contrario de tu niña sin saber que nunca más la volverá a ver.

- No, no me puedes culpar de eso. La muerte es tan solo un proceso de renovación natural,
usted mismo me lo enseño en su curso: Etica de la vida y la muerte humana I. Fui el
más destacado del la clase, no me pude hacer responsable de seméjate cosa.¿ Señor, por
que me tortura?.

-Dime, angelito de segunda ¿sabes que trae tu niña en la bolsa? ¿no verdad? sigues
empeñando en preguntarte por las palabras que se pierden en tus alas , tu espada y tu
apestosas sandalias. pero no te preocupes, muy pronto lo averiguaras.


Salió disparado a gran velocidad. Sus negras alas de afiladas plumas permitían un vuelo
de lo más aerodinámico. Su cabellera en punta corta el aire, se contorneaba en fuego,
ladeaba un poco sus piernas para no restarle fluidez a causa de los seis espolones afilados
que pendían de sus botas.

De un rápido movimiento giró y quedo flotando frente a mi. Me sonrió con la malicia con que mira un depredador lo últimos momentos de su presa, El sabia perfectamente lo que yo iba a hacer.

Salí volando en sentido contrario a sus palabras, buscando desesperadamente a:
Gabriel, por uno y todos lados del centro hacia fuera. Alrededor parvadas de gente
corrían, miraban y sobretodo hablaban. A El lo vi caminar por el centro del pasillo, las
puertas de los salones comenzaron a cerrarse después de defecar más alumnos , más paso,
más ruidos, más voces. No era fácil distinguirlo entre todos ellos, hasta que por fin, salió
del pasillo y se instalo bajo un paraguas de metal.

Me postré de nuevo frente a El, lo mire a los ojos con la impetuosa necesidad de
tocarlos, él estaba completamente perdido buscando su corazón por todos lados. Le grité
impaciente su nombre. El nombre, también, de mi jefe inmediato que como desearía que
estuviera aquí y me ayudara: Gabriel, Gabriel. No lograba escucharme. Se sentía tan mal
que era incapaz de oír los sonidos del silencio. Maldita sea; ¡escúchame! le grité con todas
mis fuerzas jalando su cabello, me clavé en sus ojos pero todo fue en vano, no lo lograba
entonces cuando momentáneamente cerro los ojos, sintió que se perdía hacia un horizonte
de colores marrón, impulsados por vientos que le favorecían, que le indicaban un norte, un
puerto donde acudir ... pero tuvo miedo de sentirse de nuevo tan lejos del suelo y fue
cuando:

Estire mis alas, afilie mi espada y mis botas puse sobre las sandalias.

Salió corriendo y yo tras de El. Sin saber exactamente a dónde o porqué, solo la quería,
solo tenía la imperiosa necesidad de verla. tan solo y tan solo verla. Entro a su salón
derrapándose, cayéndose al lado de la puerta, todos sus compañeros se rieron, él también,
rió acostumbrado a este tipo de ridículos. Su sonrisa bajo estrepitosamente cuando no
la vio en su lugar. Sus botas de nuevo llantas, dibujaba su desesperación en el suelo, brincó
las escaleras y llegamos al estacionamiento.

Mis alas en la espalda me permitían volar, surcar el cielo y la nube alcanzar. Y en el
preciso instante antes, de llegar. Otro me enfrentaba. Se reía de mi y de mis vanos
intentos de alcanzarle. Yo miraba a lo lejos, tan lejos de mi mano que por esta vez me
seducía la idea de alcanzarlo, de revolcarme encima de él, de conocerlo, de golpearlo y
sentir que me golpeaba, aletee con todas mis fuerzas y un sudor frío se apodero de mi
cuello, continúe. Desenvaine mi espada y justo al tenerlo a la distancia indicada logre
salvarla de su duro golpe.

- ¡Mi niña, no te mueras !!!!
-Gabriel ¿alguna vez has deseado sentir la paz?

- ¿Que demonios haces aquí? ¿cómo osas interferir en mi trabajo? - bajó la espada como para darme una lección con duras palabras del mentor al alumno, en ese preciso instante vio que Gabriel llegaba y lo asalto la cólera.

- Jamás te inmiscuyas a humanos en asuntos celestiales, quedas despedido - me gritó en el
momento en que con su espada encandecente me quemaba la pierna dejándome sin bota,
sin sandalia, sin nada. Giró, no lo vi, peor aun, lo sentí, y una patada agujereo mi vientre
con tres de sus espolones al tiempo que con sus garras marcaba en mi cara la firma de su grandilocuencia, de ser: El ángel de la muerte.

Gabriel llegó detrás de mí. La miro. Y comenzó a gritarle. No respondía. Todas las
puertas del coche estaban cerradas, las ventanillas al tope. El solo miraba sus párpados
caídos, la sangre que brotaba de sus manos y el frasco de pastillas tirado. Se quitó su gruesa camisa de franela, la enredó en sus manos y comenzó a golpear. Sus huesos crujían, no lo sentía pero no funcionaba, no razonaba que así no lo lograría , pero escarbaba en el vidrio como si tratara de salir de su propia jaula repitiendo a gritos: Gabriel...nunca has ... deseado conocer ... la paz.

Volé hacia una cerca, Gabriel como siempre estaba solo; solo, tan solo, sin que nadie lo
ayudara, sin que nadie lo apoyara. Sin ella. Yo tratando de recuperar el aliento. El impacto
de sus afiladas alas me aplastaron contra la cerca. Mi espada rodó por el suelo hacia la nada. Caí, él me detuvo, me levantó del cuello enterrando sus garras que salían de mi boca.
Cínicamente me empezó a quitar las plumas repitiendo: me quiere, no me quiere, me
quiere..... un ruido distrajo su atención, Gabriel había conseguido romper el vidrio del
coche con los más fieros impactos de sus botas, al traspasarlo golpeo a mi niña en un
hombro, sin moverse en absoluto, la sangre comenzó a brotar tiñendo de escarlata el mar
de su ansiedad, de su miedo, de su desconfiado andar.

- Ahora sabrás todo lo siempre has querido aprender, vas a caer.

Me tendió en el piso, abriendo mi pecho en dos con su espada. Clavó sus alas en mis
rodillas y con sus piernas comenzó a separarme los brazos. La sangre brotaba también de
mis azuladas venas, la valentía con que se aprende la fe se pinta en rojo. La sacó del auto,
rompió su camisa y la ato fuertemente a sus muñecas. la tomó por el estomago y empezó a apretarla sin piedad, como si en cada empujón le reprochara su falta de deseo ( toda falta,
implica un deseo. J. Lacan ) Sus lagrimas comenzaban a brotar. No reaccionaba . Lo
intento de nuevo con más fuerza. No lo logró. Desfalleció. No lo pudieron sostener sus
piernas y cayo encima de ella. Todo yo en mil pedazos le gritaba:

- Se valiente, ten un poco de fe...

Se levantó heroicamente y apretó en el instante mismo en que bebía sus lagrimas y sus
mocos cristalizados no le permitían respirar. Ella vomitó una especie de blanca rabia
espumosa. al tiempo que gritaba: ¡oh, por dios!

Yo me quede aquí. En mil pedazos. Contemplando de nuevo en cada pareja de
estudiantes lo que más amo: El sentimiento humano.

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